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Cuando era estudiante, era más pobre que las ratas. Además, había suspendido un par de asignaturas, así que para seguir pagándome la carrera pensé en utilizar mi cuerpo. Me anuncié como escort delgada barata, que se ajustaba bastante bien a la realidad. Después de mis inicios, pasé a llamarme escort viciosa barata, pues eso le gustaba más a la gente. Y en este mundo estaba cuando tuve una de las mejores experiencias sexuales de mi vida, y esa historia os voy a contar.
Contactó conmigo por email y me dijo que quería venir a mi casa. Cuando entró, vi que era un tipo delgado, con cara de bueno y algo de barba en las mejillas.
– ¿Tú eres la escort española económica? -me preguntó con una sonrisa, haciendo referencia a mi anuncio.
– Soy la española juguetona -le respondí, mirándole sensualmente.
Yo me pegué a él y empecé a besarle. Al fin y al cabo, había venido para eso. Él me devolvió el beso expertamente y su lengua acarició la mía. Deslizó las manos por mi espalda y me agarró el culo, para justo después auparme y cogerme en brazos. Sin dejar de besarme me llevó hasta mi propia cama y se puso encima de mí.
Empezó a quitarme la ropa muy muy despacio, acariciando cada parte de mi cuerpo. No siempre me pasaba, pero este hombre me estaba provocando una excitación increíble y notaba cómo mis bragas se humedecían. Intenté alargar las manos para quitarle también la ropa, pero él me sujetó por las muñecas, indicándome sin palabras que no.
Así que me dejé hacer.
Cuando me tuvo totalmente desnuda, empezó a besarme la piel. Empezó por mis mejillas y siguió por mi cuello y mis clavículas. Se detuvo en mi pecho y acarició mis pezones, tomándolos entre sus dedos con tanta pericia que me hizo jadear. Después siguió bajando por mi vientre, rodeó mi ombligo y pasó por mi monte de venus. Sentí su respiración en mis zonas íntimas, pero pasó de largo y siguió besando mis muslos. Yo casi temblaba de la anticipación.
Pero en ese momento, él se incorporó y se quitó la camiseta. Admiré su torso, bien en forma, y aproveché ese momento para ponerme de rodillas frente a él y desabrocharle los pantalones. Pero cuál sería mi sorpresa al ver que ahí no había ni rastro de pene, sino que estaba tocando unos labios menores.
– ¿Eres una chica? -farfullé sorprendida.
– Soy un hombre. Un hombre con vagina -me respondió con voz ronca. Enseguida entendí, pero él terminó de aclararlo -. Soy un hombre trans.
Tiré de él para terminar de quitarle los pantalones y todo su cuerpo quedó expuesto ante mí. Verdaderamente, era muy muy atractivo. Le acaricié despacio, tal y como él me había hecho a mí, y repetí sus movimientos besando su torso y sus muslos. Me di cuenta de cómo le provocaba el mismo efecto que él me había provocado a mí: estaba empapado.
Por fin, empecé a lamerle el clítoris suavemente, mientras con los dedos trazaba círculos alrededor de sus labios y de su vagina. Empecé muy suave, pero el movimiento de sus caderas y sus gemidos me indicaron que podía ir más rápido, y eso hice. Le comí el coño salvajemente, empapándome con sus fluidos. Con dos dedos de una mano le penetré a la vez que con la lengua me centraba en su clítoris. Y con la otra mano empecé a masturbarme yo misma: me había excitado demasiado como para dejarlo estar.
Por fin, empecé a notar cómo gemía cada vez más fuerte y cómo sus músculos se iban contrayendo. Aumenté la velocidad de mis manos y de mi lengua y noté cómo una oleada de placer y calor salía de mi propio clítoris. En ese momento pude notar cómo él arqueaba la espalda y se convulsionaba, apretando las piernas en torno a mi cabeza y la vagina en mis dedos.
Su orgasmo desencadenó el mío propio y me corrí gimiendo, todavía con la cara en su coño, sintiendo un placer increíble que casi me hizo perder la noción del tiempo. El mejor polvo de mi vida, y con un desconocido.
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