La Luna de Moscú

Relato erótico : De una rubia barata a una diosa rubia en plena calle

La noche se salió un poco de madre, habíamos desfasado bastante. Algunos se fueron, pero Mauro y yo acabamos en una casa de citas, en la que una rubia barata se me había sentado encima y a la que le pagué un par de copas. Me tocaba con descaro las orejas y se reía. Cada vez que se movía, aquella rubia viciosa se restregaba contra mi cipote y me lo iba poniendo duro. Llevaba una ropa mínima y su culo era muy descarado, respingón, del tamaño perfecto para quedarme allí encajado.

Yo no era de frecuentar esos sitios, algunas veces había estado con la tetona de relax en el piso que había cerca del apartamento de playa de mis padres, pero poco más. Mauro iba fatal, así que al final me lo tuve que llevar a su casa, yo con dolor de huevos, sin poder deshacerme de la sensación de ese culito y las ganas de empotrarlo.

Después de dejarle conseguí aparcar muy cerca de mi casa. Estaba llegando ya a mi portal, cuando me crucé con Rosana. Era mi vecina del tercero, guapísima, alta, y engreída. Totalmente fuera de mi alcance. Llevaba un vestidito negro ajustado y taconazos, y me extrañó que a esas horas fuese en dirección contraria a la de casa.

—Hola  Santi, ¿ya vas a dormir?

—Si no hay más remedio…

—¿Te tomas la penúltima?

Me extrañó muchísimo, nunca habíamos cruzado más de cinco palabras. Decidimos ir al pub Click, solo dos esquinas más abajo. Andando por la calle con ella me sentía como si me hubiera tocado la lotería, lástima que nadie me viera. Sus tacones resonaban en la acera y el bamboleo de sus caderas revivió el trabajo iniciado por la otra rubia. Porque Rosana también era rubia. No sé bien de qué me hablaba, pero desde el primer momento me pareció que quería tema. Y yo iba un poco mareado así que me abalancé sobre ella, la acerqué a la pared en medio de la calle y empecé a besarla. Ella me apartó con violencia y yo me quedé cortado. Me propinó un guantazo y yo me aparté.

Nos quedamos mirándonos unos segundos y de repente me agarró por el cinturón y atrajo mi pelvis hacia su sexo. Yo estaba empalmadísimo, y empezamos a besarnos y meternos mano por debajo de la ropa todo saliva y jadeos. Su piel era suave y cada roce me ponía muchísimo. Metí mi mano debajo de sus bragas. La suavidad era increíble. Esta diosa rubia rasurada me estaba volviendo muy loco. Me arrodillé y empecé a hacerle un cunilingus allí mismo. Dulce, caliente e hinchado. Cuando levantaba la vista la veía retorcerse y jadear de placer, le importaba poco que estuviéramos así, públicamente, y yo estaba cegado, y cuando cerraba los ojos veía a la rubia de antes. Y eso me ponía burro, era como estar con las dos a la vez.

La polla me dolía dentro de los pantalones así que terminé de romperle las bragas y me la saqué. Ella estaba muchísimo más que lista y la penetré sin condón con facilidad, completamente mojada. La embestí varias veces comiéndole las tetas al mismo tiempo, luego la giré y volví a metérsela rápidamente. Eso me puso muy muy cachondo, y sé que le di duro. La oía dar grititos y yo en lo último que pensaba era en que pudieran vernos, a mí ya no me paraba nadie. Le agarraba sus grandes tetas y le mordía el cuello desde atrás, mientras bombeaba fuerte, más fuerte, hasta que ella gritó de placer y noté su orgasmo palpitando rítmicamente mientras yo descargaba mi corrida dentro de ella.

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